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Extraño maniquí

Extraño maniquí de una tienda del Metro, qué manera de observarme y presentirme más allá de todo puente mirando el océano o un lago enorme como si de él esperara aventura y amor Y puede un grito de muchacha en plena noche convencerme de la utilidad de mi rostro o se velan los instantes, placas de cobre al rojo vivo la memoria del amor negándose tres veces en aras de otra especie de amor Y así nos endurecemos sin abandonar la pajarera desvalorizándonos o bien volvemos a una casa pequeñísima donde nos espera sentada en la cocina una mujer Extraño maniquí de una tienda del Metro qué manera de comunicarte conmigo, soltero y violento y presentirme más allá de todo solamente me ofreces nalgas y senos estrellas platinadas y sexos espumosos No me hagas llorar en el tren naranja ni en las escaleras eléctricas ni saliendo repentinamente a marzo ni cuando imagines, si imaginas, mis pasos de veterano absoluto nuevamente bailando por los desfiladeros Extraño maniquí de una tienda del Metro así como
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DEDICATORIA

Para mi amigo, el muy trinchón, el que concibe la poesía como carrera de caballos, primer vals en sociedad, Rayuela entre señoritos de la high, nariz monona, cuello estirado, rabo al aire, o como el clásico concurso para nenitos trastornados: “Yo soy el niño más bonito de la clase”. Para mi amigo, el ruiseñor capeado con la firme, atlética y muy mamona convicción de que será la vida quien se encargue de acomodarle sus cuerazos… Muy jaladamente, tu seguro gladiador: nativo de Mixcoac de ninguna manera ciudadano del mundo, que como vos seguramente sabéis por vuestra privilegiada memoria de grabadora alemana, no es sino el gingle de trasnacional marca de cigarros. (Mario Santiago, 1953, del libro "Aullido de cisne")
Arte poética N° 3/ capítulo XXXVII en el que queda demostrado que Phileas Fogg no ha ganado nada al dar esta vuelta al mundo si no es la felicidad. Empiezo a escribir cuando el alba se desmaya en las chimeneas y uno a uno lo programas de radio van extinguiéndose    / mientras nadie hace el amor y las camas de los niños rojos están mas arrugadas y frías que los desfiladeros indios o las manos de un viejo que ya no cree en nadie ni en nada / o bien cuando todos fornican con los ojos cerrados y la luz se entierra como un hacha loca entre las dunas — los oasis lanzan aullidos concéntricos, los catalejos se venden más que los condones y es la misma miseria—. Empiezo a dibujar, a escribir cartas, a tratar de reconocer lo que no veré más, entre el espacio que hay de la palabra ternura a la palabra indiferencia, entre lo que media de la frase déjalo todo, a la frase terreno firme o caras conocidas / Ahora que puedo sentarme bajo un desesperado mural anónimo con un boleto imaginario de avión

Fido`s blues

De cómo mi fiel mascota que nos cuidaba cuando aun con mi hermano apenas éramos niños de menos de 9 años, nuestro fiel compañero que se alegraba al vernos y saltaba, que solo con nosotros estaba feliz, protector como era, se mostraba desafiante y bravo con personas extrañas (razón no le faltaba) ladrándoles fuertemente para hacer notar que cuida a los que más quiere, nuestro cruza de doberman y lobo, corazón puro, alma valiente, fiero y agresivo con los que se lo merecían. Esa era mi gran mascota, un gran perro él que hoy día con nostalgia recuerdo. Su final trágico no hace más que engrandecer su espíritu, recordarlo más seguido, purificar su figura y sacrificio . S u grandeza y pureza de animal hace empequeñecer la miseria del alma de sus asesinos, pobres diablos que nunca  entenderán los valores y virtudes que engrandecen a un ser, siendo humanos demostraron lo peor del alma humana, condenados a tragar su mierda (y que se empachen y revienten por entregarse al placer só